
Toda Zaragoza olía a Héroes para engalanarse como una de las sedes de la “gira del próximo milenio”, incrédula, pensé.
5 minutos... 4, 3...2 minutos... las nueve! Llevábamos una meticulosa cuenta atrás (en realidad desde hacía meses y el hecho de que quedasen sólo 90 minutos no era razón para abandonarla).
Realmente no puedo recordar si las luces se apagaron con una puntualidad meridiana o es que la emoción hizo que el grito de “las nueve!” y el apagón se solapasen en mi mente. Pero recuerdo que al principio, mientras sonaba Song to the Siren de This mortal Coil, los cañones de luz violácea iluminaban rostros espectantes, y es que 10 años se dice muy rápido. Supongo que gran parte de los presentes nos debatíamos entre un oportuno dejarnos llevar por esa canción de antaño y la opción de cortar por lo sano e ir diréctamente al meollo, pues las esperas en los momentos previos son mucho más duras. De repente me di cuenta de que no necesitaba debatirme más, que la canción había terminado y que el público aullaba a las siluetas de Bunbury y Juan Valdivia. Por fin, los acordes de El Estanque como un telón que cayó para dar paso a los héroes, las pantallas ascendieron y con una sonrisa me vino a la mente el manido eslogan “los héroes rompen su silencio” parecía que iba a ser cierto.
El Estanque dio paso a Deshacer el Mundo, canción que me sonó tan potente como mi mente se esfuerza siempre en recordar. Después volvimos a nadar Mar Adentro aunque esta vez teníamos en mente escribir una Carta con tintes de reencuentro. No sé si aquí soy muy exacta o no, pero me dio la sensación de que Bunbury no se encontraba muy cómodo en esa canción, Mar Adentro. Aunque avanzado el concierto fue el propio Bunbury quien despejó mi duda al pedir 5 minutos de descanso por un resfriado que se le abrazaba a la garganta. Pese a que por un instante el volumen de nuestro estómago se redujo a la mitad temiendo que no apareciesen de nuevo, esto no sucedió. Y Bunbury, sin perder su esencia arovechó para cambiarse de atuendo y volver con el consabido contoneo.
La carta dio paso a Bendecida y mientras tanto las pantallas hacían las delicias del público con lo que proyectaban. Esto se ha convertido en un buen preámbulo para hablar del escenario, creo que unos de los más grandes montajes de un grupo español, pero claro está, Héroes pertenecen al grupo de quien puede permitírselo.
Montaron un escenario inmenso que contaba con cuatro pantallas cuadradas que al alzarse dejaban ver otras 2 centrales muy anchas y a los lados otras dos gigantes. La cantidad de torres de luz y cañones era también espectacular. Ni que decir tiene que las pantallas fueron de muy gran ayuda a gente como una servidora que desgraciadamente no llega al 1’70.
Tras Bendecida y acompañada por imágenes de ojos escamosos e inquietantes nos enredamos juntos entre algas, Sirena Varada. La mítica canción hizo embravecer a las masas y palpitar corazones. Después vino Opio que se extendió por el estadio acompañada de las susodichas imágenes de tan conocida flor de la pereza. [“Qué le pedirían a la virgen del Pilar, un porrito, dicen por ahí, pásamelo Pedro” Bunbury a Pedro Andreu]
Tras otras canciones como La Herida encontramos la mítica y acertada versión Apuesta por el Rock’n Roll en acústico, con Bunbury a la armónica y la sangre fluyendo acompasada al ritmo que su propio nombre indica.
Los temas que siguieron a esta canción fueron Héroe de leyenda, Con nombre de guerra, No más lágrimas, Nuestros nombres, El mar no cesa. Fue entonces cuando los primeros acordes de Entre dos Tierras abrumaron a un público quizá no acostumbrado a algunas de las canciones, no tan típicas, seleccionadas para el set list. Pues así fue, por Entre Dos Tierras no parece pasar el tiempo y no perdona ni a viejos ni a jóvenes. Detrás de este tema irremediablemente Maldito Duende, para una noche de magia.
Tras las muy consabidas canciones llegó el esperado momento de Iberia Sumergida, muy adecuada para los momentos que vivimos, potente y amarga. En las proyecciones un guiño en colores a la fecha, 12 de octubre, que tintaba imágenes de protesta.
Las llamaradas inundaron las pantallas para dar paso a Avalancha, aunque en esos momentos la gente coreaba indistintamente “A la plancha!” o “Avalancha!”. Después el estadio de hizo eco de Oración y Tumbas de Sal. Fue entonces cuando Bunbury pidió que las luces murieran y encargó al público la iluminación. El estadio se convirtió en un cúmulo de pequeñas lucecitas que se agitaban al compás de Bendecida3. Hacia el final, la luz volvió a brillar y cantidades ingentes de papelillos de colores brillantes empezaron a caer sobre nuestras cabezas... momento para las lágrimas, si no lo había habido ya.
Tras Tesoro todos nos empezamos a revolver, el final se acercaba por momentos y no éramos conscientes de las 2 horas y media que llevaban encima del escenario. Las pantallas mostraron cuadros de Goya, como el de Saturno devorando a su hijo en Malas Intenciones y en Brazos de la Fiebre. Todos tratamos de hacernos a la idea de que este era el final, precedido por fuegos artificiales y un Bunbury que era reticente a abandonar el escenario.
A modo de nota final, me gustaría añadir que iba con la idea preconcebida de que realmente íbamos a ver a Bunbury y a Héroes marcados por una separación un tanto abrupta, no un grupo en conjunto que volvía tras 11 años. Pero lo que no esperaba fue lo que viví. Coordinación y admiración mutuas y un Valdivia que pese a reclamar el apoyo de su hermano se salía por todas las costuras.
Definitivamente les hicimos grandes, pero ellos a nosotros también.